El segundo concierto de la Temporada 2025 del Centro Cultural de Música fue otra muestra de la gran calidad a la que esa institución nos tiene acostumbrados. La orquesta del Festival de Lucerna es un conjunto en el que cada miembro toca con la intensidad e intención expresiva de un solista. La impecable afinación y unanimidad de ataque resultan en un sonido empastado, aterciopelado y de clara articulación. La versión de la Serenata de Tchaikovsky fue un deleite.
El concierto comenzó con una orquestación para cuerdas del Minué sobre el nombre de Haydn, obra brevísima para piano de Ravel, que, a decir verdad, no gana nada con su transformación. La verdadera sustancia musical vino con el Piccolo Concerto Grosso del franco-suizo Dubugnon, cuatro movimientos de música muy tonal, “adornada “con picantes disonancias y ritmos obsesivos, que creció en interés e impacto en el transcurso de su desarrollo.
Nelson Goerner ofreció una versión elegante del Concierto N. 2 de Chopin. Es un pianista serio, de impecable técnica, que prefiere expresar sus ideas musicales por medio del sonido, no del histrionismo y la coreografía. La orquesta lo acompañó con fervor y empatía musical. De bis, Goerner tocó una deslumbrante Rapsodia Húngara de Liszt (N.6) y el Auditorio Adela Reta se vino abajo.